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HUGO AARÓN RODRÍGUEZ 

Internacionalista, Experto en Estudios de Seguridad Internacional 

El arte de escuchar en la diferencia
La comunicación intercultural busca incorporar en el diálogo los elementos más relevantes de todas las partes involucradas, considerando la diversidad de sus identidades ideológicos, políticas, culturales, sociológicas, económicas, espirituales para lograr un meta en común. En tiempos de extrema polarización, esta se vuelve vital, para escuchar atentamente a los involucrados recortando brechas, en medio de las diferencias.

A saber, esta es una de las épocas más polarizadas de la historia reciente. Claro ejemplo de ello son los reñidos resultados electorales en democracias consolidadas, como Estados Unidos, Brasil, Francia y Argentina, donde la ciudadanía se ha dividido casi por mitades entre dos proyectos políticos enfrentados—generalmente asociados con la disputa entre la izquierda y derecha.

Polarización: la dictadura binaria
La polarización divide a la población en un dilema binario, con discursos maniqueístas de bien vs. mal, valiéndose del proverbio milenario del “divide y vencerás”. La pregunta que pocos se hacen es, ¿a quién beneficia esta división forzada, que pocos se atreven a denunciar?

Esta radicalización plantea discursos de una verdad absoluta y crea un enemigo al cual hay que satanizar, restando espacio para las lecturas desde las alternativas, matices terceras vías. Desafortunadamente, esta lógica no solo ha permeado el contraste de proyectos políticos en las urnas de las actuales democracias, sino la opinión pública internacional sobre guerras como las de Ucrania y Rusia, o Israel y Palestina.

Ucrania-Rusia: ¿Quién se atreve a mirar por fuera de las dos miradas hegemónicas?
Parece que todos los ciudadanos del mundo están obligados a tomar un bando, cual hijo en un mal divorcio, y son criticados si su postura no pertenece al mainstream dicotómico, olvidando que la paz, la conciliación y la diplomacia también pueden ser un bando a tomar.

Por ejemplo, en el conflicto ucraniano-ruso, los dos discursos dominantes obligan a ser pro-ruso o pro-ucraniano, dejando poco espacio para posiciones intermedias. Esto ha dificultado el reconocimiento de las fallas en la aceptación de errores en ambas partes, elemento clave de la resolución intercultural. Occidente no ha hecho un ejercicio de mea culpa, desconsiderando cómo la expansión de la OTAN y el lenguaje demonizante hacia las autoridades rusas han influido en la reactividad del Kremlin. Rusia, por su parte, ha evitado asumir la responsabilidad de cómo su invasión ha causado miles de muertes, desplazamientos masivos y desestabilización internacional.

En ese estado de negación, Joe Biden, al ser consultado por ABC News sobre si consideraba a Putin un asesino, respondió: “sí lo creo”. En un momento donde se buscaba la desescalada, este lenguaje incendiario obstaculizó el prospecto de paz y desestimó la importancia del concepto de reputación en la cultura rusa.
Pero no es solo Occidente el que debe reflexionar. También Rusia debe mirar hacia adentro, y aceptar la posibilidad del alto al fuego, al cual hasta el día que escribo este artículo (13 de mayo) se siguen negando por cuestiones militar-estratégicas, rehusándose a empatizar con el sufrimiento ucraniano.

Israel y Palestina: cuando el pro significa contra
De forma similar, la falta de resolución intercultural ha agravado el conflicto israelí-palestino, sumergiendo al mundo en dos bandos impuestos: pro-Palestina o pro-Israel. Muy pocos hablan del pro-dos Estados, imposibilitando la identificación de deficiencias en ambos extremos. Como cualquier psicólogo diría, el primer paso para el cambio es reconocer que hay un problema.

Occidente ha evitado pronunciarse con firmeza sobre la crisis humanitaria en Palestina causada por Israel antes y después del 7 de octubre de 2023, y ha rehuido pedir que el derecho israelí a la legítima defensa se enmarque en el derecho internacional y en una solución pacífica de dos Estados. Al mismo tiempo, ha habido reticencia de Oriente en condenar con claridad los hechos perpetrados por Hamas en Israel el 7 de octubre pasado, y en demandar que se desmarquen de actividades terroristas, exhortándolos a asumir una vía diplomática para su causa.

Este tipo de omisiones debilita la construcción de una paz duradera. Quizá cuando la comunidad internacional lo reconozca, será capaz de fomentar un espacio para una acertada aplicación del lenguaje intercultural y, en última instancia, la paz.

Matices, no trincheras de blanco y negro
En ambos conflictos, el reduccionismo binario ha sofocado la complejidad, bloqueando los matices y negando la riqueza del lenguaje intercultural. Este, aunque incómodo para los extremos ideológicos, sigue siendo una herramienta vital para la paz. Antes de dejarte influenciar por el siguiente titular de opinión, hazte una pregunta. ¿Esto favorece a la paz?

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