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JOSÉ ALEJANDRO SEVILLA

Director Ejecutivo PDG – Consulting

La política ecuatoriana atraviesa una transformación acelerada, marcada por el predominio de la inmediatez como eje central de la comunicación. Impulsada por las redes sociales como Tik Tok, X, Facebook e Instagram, esta lógica ha desplazado la planificación estratégica tradicional, dando paso a un ecosistema donde la reacción instantánea y la viralización definen la agenda pública. Los actores políticos ya no compiten únicamente por votos, sino por la atención en un entorno regido por algoritmos que premian la emocionalidad, lo temporal y lo visual.

Históricamente, la comunicación política respondía a planes minuciosamente diseñados: se diagnosticaban problemas, se definía el mensaje clave y se desplegaban narrativas de forma escalonada. Hoy, la velocidad impuesta por las plataformas digitales ha alterado esta lógica. La inmediatez exige respuestas paulatinas, reacciones instantáneas y contenidos que, aunque efímeros, generen impacto mediático. En este contexto, el rol del Community manager ha adquirido una relevancia mayor que el del asesor político tradicional, pues la narrativa ya no se construye solo con discursos, sino en reels, publicaciones y memes.

Ecuador se ha convertido en un escenario paradigmático de este fenómeno. La campaña presidencial de 2023 lo demostró con claridad: Daniel Noboa logró conectar con un electorado joven y digitalizado a través de una comunicación fresca, directa y alineada con el lenguaje de las redes sociales. Su estrategia dejó atrás los formatos convencionales y apostó por mensajes coloquiales, videos cortos y una fuerte presencia en las plataformas visuales. Esta fórmula evidenció que, en un entorno de alta incertidumbre, que lo inmediato podía ganar terreno frente a estructuras partidarias más tradicionales que no lograron adaptar su mensaje a la nueva lógica digital.

Pero esta inmediatez no se limita a las campañas. También condiciona la gestión política diaria. Declaraciones improvisadas, escándalos difundidos en tiempo real y crisis comunicacionales mal manejadas pueden escalar en segundos y marcar la agenda durante días. La velocidad con la que circula la información ha reducido el margen de respuesta y ha incrementado el riesgo de desinformación. Contenidos sin verificación previa se viralizan más rápido que los contrastados, y eso afecta directamente la calidad del debate público.

Este escenario trae consigo riesgos considerables. Primero, la desinformación se instala con facilidad, afectando la percepción ciudadana y distorsionada de la realidad política. Segundo, se fomenta una suerte de populismo digital, donde lo que genera clics y reacciones se impone sobre propuestas consistentes o viables. Y tercero, la institucionalidad se ve debilitada, pues muchas decisiones políticas terminan influenciadas por tendencias efímeras en redes sociales, en lugar de procesos deliberativos sólidos.

Frente a este panorama, el reto no es retroceder en el uso de tecnologías, sino aprender a reconstruir lo estratégico dentro de lo inmediato. La profesionalización de la comunicación política en Ecuador debe incluir competencias digitales, comprensión del funcionamiento algorítmico, y visión de largo plazo. Los liderazgos políticos deben comunicar con autenticidad, pero también con coherencia y responsabilidad. No se trata solo de hablarle al algoritmo, sino de construir confianza y gobernabilidad de medio de la velocidad.

En conclusión, la política ecuatoriana no puede seguir siendo rehén de la lógica de inmediatez. Es urgente recuperar el equilibrio entre la reacción y la planificación, entre la viralidad y el contenido de fondo. Solo así será posible sostener una comunicación política que fortalezca la democracia en estos tiempos digitales.

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