PAOLA SÁENZ:
Mentora en Neurociencias Aplicadas y Coach Ontológica
El panorama económico actual está marcado por una profunda crisis que afecta a empresas y trabajadores en todo el país. Cierres de negocios, aumento del desempleo y una incertidumbre generalizada han creado un entorno desafiante. En medio de esta turbulencia, surgen nuevos emprendimientos, muchos con intenciones genuinas de generar ingresos para sus fundadores y equipos. Sin embargo, el entusiasmo por sí solo no basta para sortear estos tiempos difíciles.
La falta de liquidez, la competencia feroz, la ausencia de personal capacitado, la poca claridad en los objetivos, y, sobre todo, la falta de cumplimiento en los pagos y en la palabra empeñada por parte de quienes lideran estos emprendimientos, se convierten en un peso difícil de sostener.
Esto provoca un nuevo tipo de caos. Quienes se suman con ilusión y compromiso, terminan enfrentando la frustración de no recibir lo prometido. Colaboradores en las que han invertido no solo tiempo, sino recursos propios —dinero, transporte, esfuerzo físico y emocional— con la esperanza de sacar adelante un proyecto, se enfrentan a excusas, silencios incómodos y promesas incumplidas.
Hablamos de personas que facturan por su trabajo, sin ningún beneficio de ley, y que aun así aceptan estas condiciones porque la necesidad aprieta. Pero cuando llega la fecha de pago, no hay liquidez, y lo que abunda son los justificativos. En ese punto, los colaboradores desisten, se alejan, y no solo pierden lo que se les debe: pierden la confianza, la motivación, el respeto por ese líder o empresa que les ofreció “el oro y el moro”.
Y cuando eso sucede, surge una pregunta inevitable ¿Qué valor tiene la reputación empresarial y personal en tiempos de crisis?
Porque una cosa es tener problemas económicos, y otra muy distinta es fallar con la palabra. Una crisis puede golpear cualquier estructura, pero es en esas circunstancias donde realmente se mide la integridad de quienes están al frente. La reputación no se construye cuando todo va bien, sino cuando todo se tambalea.
La ética, la transparencia, la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, son el capital más importante de una empresa emergente. En momentos difíciles, la confianza se vuelve la moneda más valiosa, y una vez que se pierde, no hay inversión que la recupere.
Es imperativo entonces repensar cómo lideramos en tiempos de crisis. Normalizar el incumplimiento o justificar el irrespeto con excusas como “estamos empezando” no es sostenible. Emprender con propósito implica asumir la responsabilidad de cumplir con lo prometido, incluso en circunstancias adversas. La reputación, cuando se cuida con diligencia, actúa como un ancla que sostiene a una empresa durante la tormenta. Pero cuando se descuida, es la misma tormenta la que la arrastra.