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ALEJANDRA ANDRADE LARA

Comunicadora estratégica, digital y académica

Hace unas semanas fue el boom de las imágenes al estilo Ghibli. Poco después, llegaron los muñecos de acción personalizados, con nombre, accesorios y escenografía incluidos. ¿La próxima? Tal vez una versión en plastilina, en cómic, o como portada de libro. Estas modas visuales generadas por inteligencia artificial duran poco en el timeline, pero dejan una estela más profunda de lo que parece.

Confieso que también caí. Fue divertido, creativo y estéticamente precioso. Pero entre el juego visual y la viralidad digital, queda una pregunta que no se disuelve tan rápido: ¿Qué hay detrás de estas imágenes tan encantadoras?

La respuesta no es simple. Por un lado, estas herramientas democratizan la creatividad. Antes, solo un ilustrador o diseñador podía convertirnos en héroes de aventuras. Hoy, bastan tres clics y una IA generativa. Esto facilita la expresión personal, fomenta la imaginación y da vida a contenidos únicos. Además, son útiles en educación, branding y diseño, abriendo puertas a nuevas narrativas. No sorprende que se estime que, para este año, el 60% del contenido digital sería generado por IA (Gartner, 2024).

Pero el otro lado de la moneda es menos encantador. Cada imagen generada tiene un costo ambiental. Modelos como Midjourney, DALL·E o Stable Diffusion requieren millones de parámetros y servidores funcionando 24/7, lo que implica un alto consumo de energía. Un solo prompt puede consumir entre 2.9 y 4.1 Wh por imagen (Hugging Face, 2023), lo suficiente como para cargar un celular entre 20 y 30 veces. Y sí: esa imagen Ghibli que compartimos también dejó su huella de carbono. Durante el entrenamiento de GPT-3, por ejemplo, se estima que se emitieron más de 550 toneladas de CO₂ (Wired, 2023) –o 46 vueltas aéreas entre Quito y Guayaquil, en términos ecuatorianos.

A eso se suman otros dilemas: ¿es ético usar estilos inspirados en estudios como Ghibli sin su permiso? ¿Dónde queda el reconocimiento a artistas reales? ¿Y qué pasa cuando todas nuestras imágenes “creativas” se parecen demasiado? En lugar de diversidad visual, podríamos estar cayendo en una estética homogénea y, paradójicamente, poco original.

Este artículo –por si se lo preguntan– también fue escrito con ayuda de una IA. Y es que no se trata de evadir la tecnología, sino de convivir críticamente con ella. La frase que más resuena hoy es: la IA no te va a reemplazar, pero alguien que sepa usarla, tal vez sí.

¿Entonces qué hacemos? ¿Le hacemos la ley del hielo a la IA? ¿Volvemos a trabajar como en los 80’s? Tal vez no. Tal vez el camino está en exigir más transparencia, explorar fuentes de energía más limpias, y sobre todo, educarnos en su uso.

No tengo todas las respuestas. Pero sí tengo preguntas. Y si algo nos toca en esta era digital –y en esta nueva era democrática– es aprender a hacernos mejores preguntas. La tecnología seguirá transformándose. Lo importante es cómo decidimos usarla… para no dejar que nos use.

Fuentes:

Cita de la imagen:

OpenAI. (2025). A young woman standing among digital displays showing the promises and impacts of AI [Imagen generada con IA]. DALL·E. https://openai.com/dall-e